Una mano, versátil por demás, estaba orgullosa de sus funciones, ya que mediante el movimiento de sus dedos podía sujetar, rasgar, trabajar, tapar, escribir, acariciar, teclear, rascar, y hasta pedir; pero siempre era una mano, la mano hacendosa; hasta que un mal día decidió apretar sus dedos y cerrarse fuertemente para golpear… Allí, desde ese día dejó de ser mano, para convertirse en puño; el acto rebelde de una mano que se cerró a la realidad, para agredir y maltratar.
Cerrarnos ante el mundo es, sin dudas, convertirnos en puño